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La visita del A, el enigmático super yate, a las costas Quintanarroenses

Escrito por Aria Puerto Cancún | 9 de septiembre 2016

Era marzo del 2015, los bañistas disfrutaban las costas del Caribe como hacen durante casi todo el año. Los niños corrían, los turistas tomaban el sol, algunos disfrutaban un coctel en el pool bar de alguna piscina, los más aventurares realizaban algún deporte acuático.

Lo que ellos no sabían era que mientras las vacaciones seguían su curso natural y mientras las olas turquesa del mar caribe empapaban la blanca arena, un visitante único estaba llegando: A, un maravilloso yate propiedad del magnate ruso Andrei Melnichenko, fondeaba frente al museo de la Isla en Cozumel.

Foto: Mar de Valencia

Un visitante desde el otro lado del mundo

Llamado A en honor a la unión entre Andrei y su esposa Aleksandra Melnichenko el A es una maravilla digna de figurar entre las páginas de los anales de la historia.

El diseño corrió a cargo de Phillipe Stark, uno de los diseñadores industriales más interesantes que pueden existir, quien se habrá inspirado en algún villano de película de acción para darle al A esa forma tan particular que aún no termina de definirse como un submarino que emerge del agua para imponerse, o un diseño funcional para un barco que no tiene qué demostrarnos nada. La construcción, a cargo de Blohm + Voss, llevó al rededor de tres años para su construcción y costó unos 250 millones de euros.

Lujo por dentro y por fuera

Si el A llama la atención por su aspecto y su tamaño (119 metros de eslora), por dentro también es capaz de dejar con la boca abierta a cualquier visitante: muebles de piel de cocodrilo, superficies brillantes, discoteca, una colección de DVDs con más de 2 mil títulos, seis habitaciones con todo el lujo (incluso una máster suite de 230 metros cuadrados) y una tripulación de 37 personas que se desplazan a lo largo de los 2200 metros cuadrados en los que se respira una atmósfera de opulencia y excentricidad.

Sin duda, el A ha sido uno de los visitantes que merecía dejar huella en la historia de nuestras marinas, pero seguramente regresará. Todos lo hacen.